Finaliza Festival de Málaga y empieza la #VueltaAlcoleSegura y con esa vuelta volvemos con #cineyeducación.
Rosa eres tú y son muchas docentes, madres, abuelas, tías. amigas... Rosa es la que se te tiene que cuidar para poder cuidar a otros pero primero ...hay que darle visibilidad y la sociedad sabe que o todos nos cuidamos para cuidar o la pandemia hará estragos.
Sin el nosotros ...las vueltas a ...estarán ¿pasadas de cifras y vueltas?
¡Nos vamos de Málaga con las manos llenas! 👏🏼
— Filmax (@filmax) August 29, 2020
Gracias @festivalmalaga por estos dos maravillosos reconocimientos 🌹🌹
🏆 Biznaga de Plata PREMIO ESPECIAL DEL JURADO para #LaBodaDeRosa
🏆 Biznaga de Plata MEJOR ACTRIZ DE REPARTO para @poza_nathalie
¡Disfrútala ahora en cines! pic.twitter.com/z9feD3kqqA
Contamos con la enorme suerte de que Carlos Gurpegui@carlosgurpegui, con el estupendo programa de Cine y Salud del Gobierno de Aragón, nos pase esta entrevista publicada en Diario del Alto Aragón 30/08/2020
Entrevista al hilo del pase celebrado en Cines Palafox el jueves 27 en Zaragoza con encuentro con Iciar Bollaín y público
"A
Candela no la podían dejar hablar, porque hubiera dicho lo que pasaba"
Carlos Gurpegui
Zaragoza
La boda de Rosa es la nueva película de Icíar Bollaín que acaba de ser presentada por su autora en los Cines Palafox de Zaragoza. “Hay muchísimas Rosas. Generalmente más mujeres, desde luego. También hay algún Roso, algún hombre al que le caen mil tareas. Muchas veces son indispensables, con un trabajo demasiado invisible y poco reconocido”, se lamenta la directora de una bella y estimulante película que ha sido una de las grandes protagonistas del Festival de Cine de Málaga.
Rosa, Violeta, Amapola, Marga… Sin duda, sus personajes son ‘flores de este mundo’.
—Nos gustaba la idea de usar flores, además con esa madre que ha
sido tan florinda (risas).
Por fin es ‘el momento’ de Rosa.
—Sí, y yo creo también que hay algo de la edad, porque tiene 45
años, y sobre todo hay una gota que colma el vaso: que su padre (que es un
amor) de repente decide meterse en su casa. Todo le parece un sinfín, y ve que
no va a salir de cuidar a unos y a otros. Es cuando uno dice: a ver, qué me
queda por delante, que no tengo tanto tiempo.
Tras bastantes renuncias tomará una decisión: dejará unas cosas y emprenderá otras.
—Rosa tiene un problema: que no le valoran lo que hace, lo dan por
hecho. Renuncia a un sueldo, a una seguridad, a una vida, a un trabajo… y sí,
es iniciar una aventura.
Y un pulso entre hacer cada uno ‘su vida’ frente ataduras y demandas.
—Hay una cosa de la película que me parece tierna y es que todos
están fatal, toda la familia está manga por hombro. Se encuentran en crisis
personales y, de alguna manera, Rosa se coloca y obliga a todos a colocarse. Y,
curiosamente, al final, a mí lo que me comunica esa fiesta final, esa boda en
la que están todos bailando, es que todos estarían mejor si se escucharan y se
ayudaran más: el padre no estaría tan solo, la niña no tendría esa carga con
los dos hijos, Violeta seguro que estaría un poquito más centrada, Armando
probablemente también… De repente lo descubrí en montaje: la solución pasa un
poco porque se apoyen unos a otros.
Un mínimo de autoestima, ante tanto contentar a los demás.
—En el fondo hay un déficit de autoestima que es femenino, porque
culturalmente nos toca: estamos predestinadas a cuidar. Y hay una cosa en el
cuidado que es muy bonita y generosa, pero al final ‘te descuidas’. Llega un
momento en el que los cuidadores están muy desgastados. Hemos hecho la película
con amabilidad, porque ese padre está fenomenal porque se vale, pero cuando hay
un padre enfermo o un hijo dependiente, eso es otra película, que no tiene
tanta gracia. Es muy duro y siempre hay alguien que carga en la familia.
En su película, Rozalén canta ‘Que no, que no’ o cómo poner estos límites a la estima.
—Es la primera vez que tengo una canción original. En el rodaje lo
hablamos. Rozalén es un pedazo de artista que tiene una gran sensibilidad que podía
conectar con lo que estábamos contando. Y en la fase de montaje hablamos con
ella para que viera la película. Y dijo, ‘estoy con un nuevo disco, y hay una
canción que tengo en la cabeza, que estoy ahí empezando a desarrollar que es
eso: poner límites, decir que no, que es cuidarme’. Y ya las dos seguimos en
paralelo. La canción ha sido un regalo para la película. Es como un himno:
hasta aquí, y a partir de aquí ya me cuido yo un poquito.
Su film se rodó en catalán.
—Sí, porque es lo que se habla en Valencia, y es todo muy
mezclado. Todos los personajes (y la vida en sí) están interactuando. Creo que
le da alegría, es una mezcla pim pam pum que es lo que pasa ahí.
Protagonizado por Candela Peña, Sergi López, Nathalie Poza, Ramón Barea, Paula Usero… un repóker.
—Es un lujazo de actores, un lujazo de trabajo con ellos.
Disfrutaron mucho, yo creo, porque era un guion divertido de hacer, le sacaban
punta a las cosas, y se compenetraron muy bien, porque además había una
dificultad: a Candela no la podían dejar hablar, porque si le hubieran dejado,
hubiera dicho lo que pasaba. Así que esta cosa de ‘pisarla para ser creíble’
era un juego que lo hacían todos muy bien.
Y el taller familiar es otro gran personaje, con su propia biografía.
—Cierto, hubo que hacer una búsqueda seria. En Benicàssim no encontramos
ese lugar, pero sí en los pueblos de alrededor de Valencia. Un sitio de
recuerdos preciosos para Rosa, de tradición. Su madre no cumplió sus sueños de
modista, los consiguió en pequeñito, pero probablemente para Rosa son recuerdos
de infancia muy felices. Y además hay más juego, porque en ese taller quiere
cumplir el sueño que su madre no pudo realizar, porque probablemente la madre
quería hacer más cosas pero estaría criando a sus hijos, como tantas mujeres de
esa generación. Laia Colet, la responsable de arte de la película, lo hizo con
un gran mimo, eligiendo cada color, cada mueble, imaginando una historia para
ese taller, que fue mercería, que después se cerraría con la crisis, con una
mezcla de elementos antiguos y no tan antiguos.
Música de gran narrativa con la firma de Vanessa Garde.
—Sí, ha hecho un trabajo muy bonito. Buscábamos un eco
mediterráneo, una tradición, hablábamos de Nino Rota, de encontrar algo que le
diera comicidad a veces, emoción también porque no nos podíamos subir muy
arriba, y alegría.
Y un montaje de Nacho Ruiz Capillas, marca de la casa también.
—El humor en las películas (y en las comedias) tiene mucho que ver con el montaje, porque lo puedes estropear. Es un timing, porque si lo alargas o acortas pierdes el compás. No solo hay que tener buenos actores y un guion que funcione, sino además un buen montaje, efectivamente.
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