viernes, 28 de agosto de 2020

LA NIÑA DEL COJÍN. #laBodadeRosa #CoserRelatos

Cuando pienso en #CoserRelatos me viene toda la experiencia de vida profesional, personal y cultural. Y coso y coso, a veces con puntadas largas. Otras, con punto de zurcido o punto de cruz... si lo quiero hacer bonito.

Casarse, es quererse, tiene que ver con sentirse, con conocerse y reconocerse en la vida, en el sentido de la misma. Quererse es no decaer, no dejar de ser tú, no dejar que nadie lastime tu autoestima, de cuidarte para seguir adelante, para cumplir, si no tus sueños,... tus despertares. Casarse es unirte a tu sistema, en una relación sistémica que une presente, pasado y futuro.

Y así llega a mi costurero, a mi bastidor de bordados, la historia de La Niña del Cojín. Una historia de #laBodaderosa, de #eduaciónycine  , de #EducaciónInclusiva  y de homenaje a las madres #TEA.

@jblasgarcia

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En mi infancia en el pueblo, tenía una compañera de la escuela (éramos de una edad) , a la que todo el pueblo llamaba "La Niña del Cojín". 
Y es que Rosita, que así se llamaba en realidad, iba a todos lados con un cojín lleno de alfileres y agujas. Un cojín ennegrecido de tanto uso. No se despegaba de él e incluso si le hablabas seguía clavando y desclavando alfileres, como en una rutina que parecía que le provocaba calma mientras que a las demás personas le estresaba.

Doña Evangelina, la maestra que teníamos en los primeros cursos de la extinta EGB, había llamado a su madre en infinidad de veces. 
- Así no puede venir a clase. Traer agujas y unas tijeras, un montón de retales y madejas de hilos en su cartera, ...en vez de la cartilla Palau para aprender a leer ...no lo puedo consentir. Aquí se viene a aprender. Así no va a aprender ni las cuatro reglas. Es mejor  que se quede en casa y enséñale a limpiar, que se gane la vida alguna vez, aunque sea fregando casas- le repetía una y otra vez.

Y la señora Emília, la madre de Rosita, la niña del cojín, siempre le respondía lo mismo. 
- No se haga usted mala sangre. Si ella no hace daño a nadie. Es así porque es ...mi ñiña chica! 

 

Festival de Málaga

Y Doña Evangelina seguía con su retahíla de la peligrosidad de llevar objetos punzantes, de la capacidad de Rosita, mientras se señalaba la sien girando su dedo índice con las unas perfectas de rojo....
Y la señora Emília, aguantaba el sermón con resignación. Unos días más que otros. A veces, se plantaba en la escuela y se colocaba en jarras delante de todos los demás niños, como buena madre coraje y le respondía. 

- A mi Rosi le va muy bien venir a clase. Aprende cosas, aunque usted no lo vea. Viene con nuestras vecinas y se comporta como otras nenas. Mi Rosita no es un bicho raro, es una persona!!!....ademas, tiene todo el derecho a aprender!!! 

Cuando pronunciaba la palabra derecho, con su tono hacía retemblar los cimientos de la escuela, en un tiempo en la que los derechos estaban todavía muy mermados y la escuela se consideraba un privilegio. En sus argumentos, otras veces insistía.

- Mi hija no es deficiente, es diferente. Le interesan algunas cosas, otras no! Como a todo el mundo... y mire usted, casualmente, pocas cosas de las que le interesan se hacen en la escuela, un lugar que supuestamente es para todos y donde se viene a crecer con ayuda de ...la maestra!! 

Una vez que pasamos a cuarto de EGB, cambiamos de maestra. Llegó al pueblo Doña Mari Carmen, una maestra con una actitud que a todos nos embaucaba, era como si estuviésemos en una "nueva escuela". Era joven y llena de energía. En el pueblo la llamaron “la maestra hippie”, porque llevaba trenzado su pelo pelirrojo y pintaba las mesas de colores y  ponía a los alumnos y alumnas en grupo y enseñaba y aprendíamos más cosas que las cuatro reglas de doña Evangelina.
En los primeros días del curso, Doña Mari Carmen llamó a Doña Emilia y estuvo hablando mucho con ella un buen reato. Después acabaron dándose un abrazo entre lágrimas de la señora Emilia. 
Así, en sus clases, mientras el grueso de alumnos y alumnas hacíamos las tareas que se suponían las propias del curso, Doña Mari Carmen se ponía a coser con Rosita. Le traía revistas de costura y se las mostraba a Rosita: Costura para la mujer de hoy. Corte y confección fácil.... Cada lunes aparecía con una nueva revista. La primera vez que escuché la voz de La niña del cojín fue ese año, después de un par de meses de clase, cuando le dijo a la maestra: 

- Doña Mari Carmen, quiero leer -señalando con sus delgado dedo índice, coronado por un dedal,  a una hoja de la revista "Patrones"

Doña Mari Carmen sonrió en silencio como nunca la  había visto hacer  y nos dijo a todos los demás alumnos y alumnas:

- Mañana vamos a comenzar un proyecto por grupos. Vamos a estudiar las áreas a partir de estas revistas y patrones de vestidos y chaquetas. 

Todos exclamamos un viva! que resonó hasta la plaza del pueblo, porque en el fondo estábamos envidiosos de las “revistas de la Rosi”. 

Años más tarde me marché a estudiar a Hellín, a un Colegio mejor (eso le habían dicho a mi padre). 
- “Blas, que el chiquillo vale para estudiar! Llévalo a un colegio de verdad, -le insistían el cura y el alcalde .

Y mi padre, carpintero y humilde , hizo el esfuerzo económico y emocional de separarse de su hijo con 12 años y llevarlo a un colegio “de los de verdad”, cuyo resultado fue estar solo en un internado y semanas sin volver a casa. En realidad, muchos años sin volver a casa, pues fui encadenando estudios, residencias, pisos ... hasta acabar magisterio. 

Me desconecté del pueblo y perdí el seguimiento de Rosita. Años más tarde, un rótulo de un bajo en la calle Eras del pueblo, ponía Confecciones Rosi. Pregunté a Juanma, otro compañero de la escuela con el que tenía contacto y me dijo que era la tienda de la Rosa.

- La niña del cojín, - apostilló para aclararme de quién hablaba-. Si la ves ...no la reconoces.

La vi 20 años más tarde, cuando en Murcia buscábamos una tienda para hacer el traje de novia a mi hija mayor. "La boda de Rosa”, se llamaba la boutique.

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Al entrar reconocí en el taller a Rosita. Tenía su misma mirada esquiva, aguda y llena de bondad. Se desenvolvía con soltura en todos los espacios del atelier ...ahora dibujaba bocetos de trajes de novia mientras que dos empleados le seguían en su discurso; ahora cogía el bajo a una joven subida a un taburete; ahora respondía una pregunta de la dependienta que nos atendía... 

En su muñeca, como parte de ella misma, llevaba el cojín lleno de alfileres y agujas.  En el fondo, en una silla de ruedas, Doña Emilia, muy mayor, pero con cara de satisfacción. 

No quise molestarlas. Ni siquiera sé si me hubieran reconocido. Pero al verlas me sentí profundamente orgulloso de mi profesión y de todos los maestros y maestras que tienen la visión de desarrollo de las personas y  proporcionan a su alumnado lo que necesitan para crecer, para conformarse como las personas capaces que somos todos y todas.

Imagen destacada

2 comentarios:

  1. Hola me encanto 👏🏻👏🏻
    Me gusta tenerla en algún formato ilustrado para compartir con la escuela donde laboro.
    Para sensibilizar a la comunidad en general familias y docentes.

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    1. La intentaremos ilustrarla a modo de cuento! Gracias por tu interés

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