¿Te animas a #CoserRelatos?

 Algo sencillo...como docente, como mujer, como hombre, con tus recuerdos; como alumnado, como escribiente de recuerdos para que no se pierdan, como catarsis, como emociones narradas...

Un fotograma de Natxo Martínez y ...deja que vuelen tus palabras...


Desde una hermana, la de Puerto, desde el taller de costura, con su metro...  

Un hilo "de cine", lo estás viendo mientras lees Dolores Ojeda desde Logroño. con fresquito... Ana Municio mientras recuerda imágenes ... Jose Blas en su horizonte mediterráneo... Toni Solano, de nuevo, en aventuras de hidalgo caballero... Maru volviendo a crear cine e ilusiones en pantallas 

Ana Cid, desde Málaga, el mismo día de inauguración de ese festival.... 

Esta es la nota visual de Ana porque #EducaciónNoSinArtes y mucho menos en tiempos de pandemia covid 19...

  • Un lugar muy especial para esa #EducaciónNoSinArtes

#CoserRelatos

El silencio de la vieja  Singer

Hay momentos en la vida en que suceden cosas,  cosas importantes, cosas que marcan un antes y un después en la forma de ver y sentir tu lugar en el mundo. Cosas que tal vez le sucedan -tarde o temprano, esperada o inesperadamente- a todo el mundo. Me refiero al vacío y al punzante dolor que dejan las ausencias de algunos de tus padres, los silencios de nuestros seres queridos. Ese intenso retortijón en las entrañas que te produce una ausencia o la presencia inabarcable de un doloroso vacío.

Uno puede sobrecogerse ante la contemplación majestuosa e infinita de la bóveda celeste o abrumarse ante la inmensidad y vaciedad de un desierto, pero la sola visión de aquella vieja máquina de coser dentro de la habitación  me ha hecho tocar casi con los dedos la infinitud del vacío, el verdadero e invisible dolor de una ausencia.

Entro en  aquella  habitación,  veo aún tus gafas donde posiblemente las dejaste junto a las veteranas tijeras con las agarraderas forradas de esparadrapo para que no te hiciesen "sabaduras"  y que le sacaron filo muchos de aquellos "afilaores"  que iban anunciándose con su armónica de pueblo en pueblo en sus bicicletas y ruedas de molar. Veo a su lado, acompañándola, tu preciado estuche de costura que, como chistera de un mago, contenía en su interior tesoros incalculables en forma de retales,  botones de nácar, agujas de coser, hilos de colores, alfileres, huevo de madera  de zurcir calcetines   y tus  dedales.

Pero mis ojos y mi memoria no dejan de mirar la entrañable y vieja  Singer negra de filigranas doradas  que tuviste tantos y tantos años durante gran parte de mi infancia.  Cierro los ojos y escucho el omnipresente ruido del pedal y la rueda de la máquina que recuerdo como un férreo  timón sonoro que ha sido parte de la banda sonora de mi vida, de tantas tardes, dís y noches. Veo el ovillo de hilo y en él , el hilo de Ariadna que me ha sacado de tantos laberintos, que me trajo al mundo, me dio un nombre, me cuidó, me vistió, me alimentó y estuvo siempre cerca en las duras y en las maduras, en la cercanía y en la distancia.

Te veo, madre en cada carrete, en cada aguja que me pedías que te ensartara cuando ya las cataratas de tus ojos te nublaban tu siempre certera vista, ojos que se llevan recuerdos míos que solo tú tienes de cómo fui creciendo y asististe a mis primeras palabras, mis primeros pasos,  mis primeras letras escritas en un cuaderno, mis primeros garabatos a los que le ponías patas y ojos y decías ¡¡ un cocodrilo, un conejo!!  Te llevas todo eso, para siempre, porque son tus recuerdos, tal vez recogidos en un dedal porque no necesitas mayor equipaje.

Como dolorosos hilvanes rotos en mi conciencia, repaso aquellas cosas que tal vez debí decirte y nunca te dije porque no supe o no sabía que debía decírtelas, en las cosas que en algún momento o circunstancia de mi vida te hicieron algún daño, en mis largas ausencias, en los desvelos que te he causado por tantas circunstancias

He dibujado tu vieja Singer en varias ocasiones,  casi siempre cuando se acercaba aquel fatídico 11  de julio de cada año.  Decía John Berger que "dibujar es descubrir " y es lo verdaderamente maravilloso cuando coges un lápiz, un pincel o una plumilla, es como dar pespuntes a una hoja en blanco y vestirla de vida e historias. 

Hace un par de años me pidieron intervenir artísticamente un maniquípara una exposición. No lo dudé, lo revestí completamente de botones, de miles de botones de colores que fui pegando uno a uno, tras clasificarlos minuciosamente por formas y colores en unas cajitas, pero me interesaban especialmente de aquellos antiguos  botones de nácar que eran como perlas envueltas  en seda en el costurero . Cientos de botones  que  me fueron dando mis amistades cercanas,  muchos  de ellos que  herencias a su vez  de sus propias  madres. Cada botón un recuerdo y  una historia,  cada botón una lágrima de nácar por mi madre y por todas las madres que cosían en la soledad de la noche y del tiempo.

Como a la velocidad endiablada que subía y bajaba la aguja enhebrada de tu vieja singer, madre, mis pensamientos y mejores recuerdos viajan hilvanando una imagen tras otra y dejando el traje de tu vida definitivamente cosido a mi piel.

                                                                                                                MANUEL PÉREZ BÁÑEZ

  •  En el lugar preferente de #EducaciónNoSinArtes escribe Garbiñe

 

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