sábado, 22 de agosto de 2020

Conversaciones en torno a Rosa

Conversaciones, somos conversaciones. Historias y conversaciones. Conversaciones con el mundo y con nosotros mismos. Ha sido así desde la noche de los tiempos.

Ayer, viernes 21 de agosto, un pequeño y reducido grupo de docentes acorde con la normativa aprobada en Canarias, nos reunimos para ver una película muy especial: La boda de Rosa, de nuestra apreciada y seguida Icíar Bollaín. Y lo pudimos hacer, gracias a la cortesía de Turanga Films y de Lina Bádenes, a la cual tuve la fortuna de conocer personalmente y realizar alguna actividad conjuntamente. Gracias, siempre, Lina, por haber creído y apostado por este proyecto de Cine y Educación, Cero en conducta, liderado por la incombustible Mercedes Ruíz durante tantos años y de creer en sus posibilidades.

Y las hemos ido perdiendo con esa carrera hacia la que nos ha ido empujando la vida moderna, en la que todo pasa sin podernos detener demasiado a hablar con nosotros mismos y con las personas que nos importan. Vemos pasar las cosas, hasta llegamos a ser algo conscientes, pero nos vemos impotentes para detener el mundo y su loca carrera.

Mary (profesora)

En La boda de Rosa, Icíar Bollaín gestiona a la perfección los momentos más tristes y dramáticos con aquellos en los que al espectador se le escapa una carcajada irreprimible. Con un mensaje claro desde el primer momento: debes amarte a ti misma por encima de todo, Rosa es la mujer con la que, probablemente, se ha identificado gran parte del público que haya podido disfrutar de estos minutos de buen cine. El mensaje es directo desde el primer instante de la “carrera” de Rosa, que se acaba convirtiendo en la metáfora de la huida del personaje en busca de su felicidad. Minuto a minuto, diálogo a diálogo y escena a escena, unos personajes en los que es muy fácil reconocerse, desgranan relaciones que se han ido deteriorando, a veces por falta de comunicación, otras por egoísmo, por falta de empatía, por soledad… Este cúmulo de circunstancias es el que provoca, en más de una ocasión, que cualquier Rosa desee pulsar el botón nuclear y acabar con todo. Así lo hace Candela Peña, y nos lo creemos, como todo en esta cinta tan cuidada hasta en el mínimo detalle, porque su actuación es soberbia. Ella es el corazón de esta película, de esa familia y ahora, al fin, de su propia vida. Ojalá todos aprendamos de ella.

Las mujeres, en una sociedad machista, siempre se han reunido como válvula de escape en lugares para coser y los hombres, en tertulias de café. Hoy en día, ni eso. Intercambiamos pequeños mensajes por internet plagados de emoticonos que intentan suplir los sentimientos, que incluso se exageran en un mundo chupiguay intentando paliar la fata de afectos cotidianos que necesitamos como seres humanos. 

Y el peor de los afectos al que renunciamos es al nuestro propio. Incapaces de tener momentos de mismidad, nos conformamos con momentos de relativo descanso y desconexión.

La boda de Rosa es una película que especialmente toda mujer debería ver, porque nos encontramos en una sociedad machista que pone a la mujer en el centro de todas las responsabilidades y de ninguno de los derechos.

Yayi (profesora) 

Sin darse cuenta, a lo largo de su vida, Rosa se carga de responsabilidades que no le corresponden por no saber decir no a tiempo. Vive una vida que no es la suya por agradar al resto, y los demás saben que ella siempre estará ahí para ayudar. Hasta que un día se planta, se da cuenta que primero debe respetarse y quererse ella para que la respeten y la quieran. Con un tono cómico, "La Boda de Rosa" refleja el día a día de muchísimas mujeres. Es necesario casarse con una misma para poder crecer como persona.   

Pero no solo para las mujeres. También, los hombres que aspiren a considerarse personas, porque a ellos, paradójicamente,  también les ha hecho daño el machismo y, porque La boda de Rosa, también habla de cómo el estrés nos devora y nos aleja de esos necesarios momentos para detenernos a conversar y a reflexionar. Esos momentos de mismidad y conversaciones enriquecedoras que tanto necesitamos y tanto hemos perdido.

Rosa consigue detener, cuando ya no puede más, ese mundo que gira sin cesar, para reivindicarse a sí misma y darse el amor que merece y es ahí, donde se hace consciente de que para poder querer a los demás, se tiene que querer y respetar a ella misma.

Osdalia (profesora)

Entre risas y algo de drama, La boda de Rosa, nos muestra a esa mujer que se desvive por lo demás y sin tiempo para ella, hasta que se da cuenta que, tiene que darse a respetar y respetarse y dice "basta".

Las cosas, a veces, son más fáciles de lo que creemos. Solo necesitamos parar el mundo y detenernos en las pequeñas cosas importantes. Darnos afectos, tomar decisiones pausadamente, conversar en distintos grados de conexión con los que nos rodean, teniendo algunas de calidad y regalando, entonces, todo el afecto del que seamos capaces. Solo entonces, podemos comenzar a sentirnos felices y comenzar a recibir por todo lo que damos.

Lo difícil, un mundo cada vez más competitivo y alienante que no nos lo pone nada fácil. Únicamente nos ofrece los destellos deslumbrantes del postureo y los likes. Poner carita sonriente cuando nos podemos estar carcomiendo por dentro.

Ante esta tesitura, únicamente podemos tomar las riendas de nuestras vidas y valorar las cosas y las personas realmente importantes para nosotros, comenzando, eso sí, por nosotros mismos y como bien señala Rozalen en el tema de la pelicula, no como un acto de egoísmo, sino de tiempo de calidad parte dedicado a uno mismo. Si pretendemos mejorar el mundo, primero debemos mimarnos a nosotros mismos. El amor verdadero está más cerca de lo que creemos.

Solo entonces, cuando nos dediquemos a nosotros mismos, a querernos y a respetarnos, estaremos realmente preparados para compartir esos necesarios momentos y poder mejorar el mundo.

Rosa, su boda, es una invitación a todos para hacerlo.


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